LOS HIJOS ILUSTRES
DEL PUEBLO
De este pueblo
terracampino y castellano por excelencia, salieron hijos ilustres
como el canónigo Pérez Lozar, por cuya intercesión
ante el obispo de León se trajo a Villamuriel en 1817 “La
Reliquia”, un trozo del Lignum Crucis procedente del santuario de
Liébana que hoy se custodia y venera en la iglesia parroquial
de San Pelayo; o el jurisconsulto Manuel Martín Alfonso Lozar
(1797-1853) cuyo modus vivendi señorial no debió de
ofrecer duda a la Junta de Gobierno del Colegio de Abogados cuando,
según se cuenta, siendo objeto de debate sobre si debía
de satisfacer cuota de primera o de segunda clase, uno de los miembros
espetó: “¿Cómo no ha de satisfacer cuota de
primera clase quien se permite tener cigüeña en su casa?
Pero, en todo caso,
si alguien merece ser destacado como ilustre hijo de Villamuriel,
es el gran personaje que fue, don Diego Pérez, (+1520), obispo
de Mondoñedo y Presidente de la Real Chancillería
de Granada que habría de honrar el nombre de su lugar de
nacimiento uniéndolo a su patronímico pasando a la
posteridad como Don Diego Pérez de Villamuriel, o simplemente
como el Doctor Villamuriel como se le conociera en su época.
Don Diego nace en
Villamuriel de Campos a mediados del siglo XV, probablemente procedente
de linaje de labradores, y después de una brillante carrera
realizada y finalizada en Salamanca como becado del Colegio de San
Bartolomé, del que llega a ser Rector, como bachiller canonista,
accede a su primer oficio de inquisidor en los tribunales de Toledo.
Es entonces considerado
hombre de gran autoridad y letras y por su gran formación
es llamado por los Reyes Católicos a su servicio y juega
un gran papel en la ordenación y consolidación de
los altos tribunales de justicia recién establecidos. Después
de ejercer como oidor en la Real Chancillería de Valladolid
en cuya reorganización participa activamente (1492-1513),
al enviudar adopta el estado eclesiástico. Canónigo
doctoral en la Abadía de Valladolid (hoy catedral de Santa
María la Mayor) y, finalmente, miembro del Consejo de Castilla
y de “La Suprema”, accede a la mitra como obispo de Mondoñedo
al tiempo que es nombrado Presidente de la Real Chancillería
de Granada. Allí fallece el 4 de septiembre de 1520 disponiendo
que su cuerpo fuera sepultado en el lugar de su nacimiento. Fue
don Diego gran benefactor de su pueblo al que legó buena
parte de sus bienes, instituyó un mayorazgo y dos capellanías
así como una fundación para ayudar a doncellas pobres.
Lo que queda de
su capilla de enterramiento, una estatua yacente de su figura, bastante
deteriorada por cierto,puede hoy contemplarse en la iglesia parroquial,
en una repisa situada frente a la puerta principal. |