Como
ocurre en buen parte de los pueblos de la Tierra de Campos, las
iglesias son también templos de cultura, y Villamuriel no
es una excepción. La iglesia parroquial erigida bajo la advocación
de San Pelayo no tiene gran antigüedad (1817) ni gran mérito
arquitectónico, pero tiene una peculiaridad: alberga
bajo su cobijo una pequeña muestra de imágenes y objetos
provenientes de la antigua iglesia y de una ermita medieval hoy
inexistente (Nuestra Señora de la Vega). En
su mayoría estas imágenes son de los siglos XVI, XVII
y XVIII, algunas de ellas muy interesantes como “La Piedad” (siglo
XVI) o un San Pedro en cátedra sendente (siglo XVII) de factura
desproporcionada pero con una faz de una perfección sorprendente.
Y entre las más valiosas a destacar el Cristo gótico
con que uno se topa de frente nada más franquear la puerta
principal, o la Virgen de la Vega sedente (siglo XIII), hoy sin
el niño, desaparecido inexplicablemente al proceder a su
restauración hace algunos años. Del
siglo XVI data probablemente el edificio civil más antiguo
del pueblo, el depósito de grano de lo que podríamos
calificar como antiguo banco agrícola de los necesitados:
la “panera del Pósito”, hoy rehabilitada para servir de consultorio
médico a los vecinos. Y
para no dejar nada en el tintero, si el visitante es curioso, diríjase
a las afueras del pueblo y todavía podrá contemplar
casi intacta la estructura de la antigua estación del desaparecido
“tren burra” y, muy próximo a ella, los restos de lo
que fue un intento fracasado de crear una dinámica empresarial
complementaria: la vieja fábrica de ladrillos y tejas cuya
chimenea todavía permanece enhiesta como un símbolo
de la voluntad de pervivencia de este pequeño pueblo.
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